sábado, 24 de diciembre de 2011



Regla de los trece nudos”
Fiel ejecutor de la voluntad de Dios, expresada a través de los superiores, el Padre Charbel leyó con creciente interés la cartelera de disposiciones especiales , que el Superior general de la Orden había establecido para que la vida eremítica alcanzara las grandes metas de contemplación, misticismo y santidad.
Son trece normas que aherrojan aún más la vida y las actividades del monje, para que “muerto para el mundo, viva escondido con Cristo en Dios”. (Col. 3,3)
1. El monje que desea vivir como ermitaño no lo hará por iniciativa propia, sino que deberá ser autorizado por el Superior General.
2. Que sepa bien que no se aísla para esquivar las reglas de vida común del monasterio, sino para hacerse mas virtuoso. A saber, ha de mortificarse y poner en los ejercicios espirituales mas fervor que en el monasterio. Se aplicará a todo trabajo espiritual y temporal, que no entorpezca el silencio y la compunción del corazón.
3. Los ermitaños, en las actividades colectivas, como la celebración de la Misa y el trabajo manual común; seguirán el orden dispuesto por la autoridad…Con respecto a las disciplinas individuales, como el ayuno, las vigilias, y oraciones, ellas son dejadas a la iniciativa y a la prudencia del ermitaño. Sin embargo, es mas seguro para él obrar bajo la dirección de un Padre espiritual.
4. El ermitaño ha de respetar y honrar a todo cohermano, sea superior o inferior. El encargado ha de ser tenido por el inferior como su superior.
5. Se prohíbe toda reunión de ermitaños para conversaciones vanas. En casos de enfermedad, se puede dirigir al cohermano palabras de consuelo, útiles para la salvación de su alma y su crecimiento en el amor divino.
6. Un ermitaño -como lo dice la propia etimología- es aquel que vive aislado en su celda, velando sobre sus sentidos y pensamientos. Que no salga sino por necesidad. Que no tenga amistad alguna fuera de la de sus cohermanos. Que también esta amistad sea sobria de palabras, ya que la abundancia de palabras, aunque útiles, turba la serenidad de la oración.
7. Que no resida en una celda, desde la cual se podrían oír sus llantos y gemidos en la oración, o sus cantos en momentos de aburrimiento.
8. Que no comparta sus comidas con nadie en la celda. Que no olvide la obligación de la mortificación en la bebida y la comida… No ha de quejarse de nada, recordando que el fin esencial de la soledad es el de combatir e lplacer sensual, y de entregarse al gusto del amor de Dios.
9. Tomará una sola comida por día. Quién quiera mortificarse de más, obre de acuerdo al consejo del más anciano.
10. Que no guarde en la celda ni bebida ni comida, sino únicamente una escudilla de agua para no salir y disiparse inútilmente.
11. Si algo le molesta con respecto a la habitación, bebida y comida, se lo comunique al mas anciano y obre según su consejo.
12. No comerá jamás carne, ni estando enfermo, sin la autorización del Superior General.
13. Si uno no realiza progresos en la vida eremítica, sino que se abandona a la pereza, o a vanidades, que vuelva al monasterio, si el superior lo cree oportuno.
Estas trece normas no hacen mas que subrayar y acentuar lo que era ya disciplina diaria en la vida de P. Charbel: La guarda de la Regla, la fidelidad a los tres votos, la intensa vida de oración y trabajo, las exigentes prácticas del ayuno, silencio y retiro.
Hermano lector, quizás sientas espanto ante este rígido programa de vida, sin concesión alguna. Hasta te puede parecer demasiado estricto, casi inhumano. Sin embargo el padre Charbel vio en él un camino de liberación. Su ideal era hacerse hostia con Jesús – Hostia – pese a esas austeridades y renunciamientos, jamás la alegría abandonó su rostro.

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